martes, 9 de octubre de 2007

Concepto de empresa



Partiendo del hecho de que la empresa es una comunidad de trabajo, se deducen las siguientes características de la empresa:
- asociación de personas;
- unidad de propósitos;
- lealtad entre los integrantes de la empresa;
- subordinación de los valores económicos a los de orden moral y humano.


A partir de estos elementos, la empresa se puede definir como una comunidad de trabajo que cumple con la finalidad de proveer de riqueza al país y de hacer que los hombres vivan en las mejores condiciones posibles.


Sintéticamente, estas características se pueden simplificar así:

Empresa = Capital + Dirección + Trabajo


En definitiva, de entre las muchas posibles definiciones de empresa, de diferentes autores, Samuelson, Schneider y McNamara, coinciden en los siguientes términos:

«La empresa es una manifestación de trabajo colectivo, un conjunto de esfuerzos armonizados para la realización de un fin común. »

La aparición de la empresa



Al principio de la historia, los bienes para satisfacer las necesidades humanas se producían en el seno de cada familia en régimen de autoconsumo.

Todos sus miembros colaboraban en la fabricación de todo lo necesario para subsistir. La familia era una unidad de producción y de consumo autosuficiente. Dentro de cada grupo familiar, los individuos más capacitados para realizar una determinada tarea o actividad se fueron especializando paulatinamente en la obtención de un producto útil para los demás.

Así apareció una primera división del trabajo. Poco a poco, el nivel de producción fue aumentando y se producía más de lo que se necesitaba para vivir en el seno familiar.

En esta segunda fase, los excedentes obtenidos dentro de una familia se dedicaban al intercambio, en el contexto de una economía de trueque, para cubrir otras demandas no satisfechas.
Los excedentes de bienes producidos se intercambiaban por los de otras unidades familiares. Las familias continuaron siendo simultáneamente unidades de producción y consumo, pero, poco a poco, fueron perdiendo este carácter.

Esta situación forzó la aparición de la figura del comerciante, que compraba los bienes que sobraban a unas familias y los intercambiaba con los de otras familias. Esta triple relación hizo posible la aparición del mercado, que se desarrolló con la utilización generalizada de la moneda en las transacciones.

El capitalismo comercial de los siglos XVI y XVII hizo posible un auge de la producción de mercancías y de la circulación entre América y los principales puertos del Mediterráneo y del norte de Europa.
Así se formó un comercio mundial, aparecieron unas industrias urbanas artesanas y se aceleró la circulación monetaria con el crecimiento de los intercambios.

En el siglo XVII se consolidan en Holanda, Inglaterra, Italia y Francia las primeras entidades bancarias modernas y se forman las primeras compañías por acciones dedicadas al comercio marítimo.

En el plano de la producción, paulatinamente se pasó del sistema doméstico, del comerciante que iba en busca de la mano de obra que suministraban las economías domésticas, al comerciante-fabricante que acumulaba capitales y empleaba a artesanos que trabajaban en sus propios domicilios («sistema de encargados», putting-out o Veriagsystem), a los que proporcionaba las materias primas.

Entre fines del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, fue pasándose del taller doméstico a la gran factoría, del trabajo a escala reducida al trabajo a gran escala, del uso de las Máquinas manuales a las mecánicas movidas por el vapor, de la utilización de pequeños capitales a su empleo masivo, una vez producida la necesaria acumulación previa.

Con la Revolución industrial nació la nueva empresa capitalista, en el centro neurálgico del nuevo modo de producción.

Sobre el la influència relativa de la publicitat.


«A pesar de los tópicos, sabemos muy poco de los efectos de la publicidad sobre las ventas. Los escasos estudios serios realizados sobre el tema demuestran que no por recurrir, masivamente incluso, a la presión publicitaria se vende más. Y esto es fácil de entender si consideramos que el sistema de comunicación de masas se encuentra hoy en día obstruido, atascado por la cantidad de comunicaciones que él mismo emite.
(...)

"En los EEUU se calcula que la sobrecarga publicitaria llega a unos 1500 impactos por persona y por día, sin que apenas rebasen el centenar los que el público percibe conscientemente.

En 1968, la Universidad de Harvard desarrolló una investigación que vino a confirmar que el 85% del total de mensajes publicitarios dirigidos a una audiencia determinada no le afectan en absoluto; en cuanto al otro 15%, el 5 provoca efectos opuestos (efecto boomerán) a los perseguidos y sólo el 10 consigue, en principio, un rendimiento positivo.

Aún así conviene precisar que, al cabo de veinticuatro horas, este 10% se reduce, por olvido, a un 5% simplemente. Por consiguiente, la ineficacia alcanza al 95% de los mensajes publicitarios emitidos."

Ignacio Ramonet, La Golosina Visual, Debate, Madrid